Pensando en voz alta...
Paul Ravenhill | ||
En la iglesia del siglo veinte, hacer contraste entre la revelación de Dios y la enseñanza del hombre, parece casi blasfemo... pero la revelación fue el camino por el cual Moisés, Samuel y Pablo aprendieron de Dios. Mateo cita la profecía y luego el juicio de Dios en cuanto a esta situación es dado en el próximo versículo (Mt.15:9) "EN VANO me honran..."
Ezequiel enfoca esta situación declarando "hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia." ¿No es verdad que tanto de nuestra vida está ocupada con el recibir y no con el dar? Aun nuestro venir ante Dios en alabanza está contaminado con la expectación de cosechar sentimientos de paz, gozo, etc. ¡Hemos quedado abiertos a la decepción! ¡Deseamos para nosotros mismos lo que Dios está concediendo! Así hemos sido enseñados. La cosa importante parece ser, no nuestra relación con Dios, sino nuestra habilidad de "fluir con la onda," "zambullirnos en la bendición..." y luego repetir el proceso una vez y otra vez.
Nos hemos apoyado demasiado en la enseñanza de los hombres, en su exhortación, su alentar, y demasiado poco hemos anhelado y buscado la Presencia de Dios detrás de las palabras. Pablo exhorta: La fe que es producto de las palabras y entusiasmo del hombre pronto pasará cuando vienen las pruebas. Pero la fe edificada solamente sobre Dios perdurará y traerá fruto de vida.
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