Juan Wesley
Leonard Ravenhill




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¿Recuerdas el relato de los cuatro etíopes ciegos que se encontraron con un elefante? Los hombres, tanteando, comenzaron a explicar lo que habían encontrado.

"Oh!" dijo el primero, "Estamos al lado de un pozo. He encontrado la soga que cuelga sobre su borde." Así habló el hombre que encontró el rabo del monstruo.
"Tonterías," dijo el iluminado comentarista al otro extremo de la bestia. Estamos ante el peligro de una gran serpiente. Justo ha deslizado su resbalosa cabeza sobre mis piernas." Tanto por la trompa del animal.
Los dos están equivocados," declaró el tercer testigo. "Estamos en una cueva. Acabo de estirar mi mano y toqué el techo, que es muy bajo." Sucedió que él estaba tocando el abdomen rugoso del mamut.
"Tontos!" dijo el último mientras rodeaba con sus brazos las patas del animal. "Estamos en un bosque. Tengo mis brazos alrededor de un árbol."

Me parece que los críticos a través de los siglos han estado casi tan confundidos en su evaluación de Juan Wesley como los pobres etíopes ciegos con su elefante.

El Dr. Maximinim Piette, profesor católico romano en Bruselas, Bélgica, al terminar su obra clásica sobre Juan Wesley, dijo que Wesley ha sido comparado a:

San Benedicto
          en cuanto a su sentido de piedad litúrgica;
Santo Domingo
          por su celo apostólico;
San Francisco de Asís
          por su amor a Cristo y por su desapego al mundo;
Ignacio de Loyola
          por su genio como organizador."
El distinguido líder político y erudito Agustín Birrel no vacila en llamar a Juan Wesley "La mayor fuerza del siglo dieciocho."

Canon J. Overton, el historiador anglicano, puede ser acusado de ser un poco parcial en su apreciación de otro anglicano, pero él estima a Wesley como "el más ocupado, y en algunos aspectos, la vida más importante en ese siglo."

El Dr. T. R. Glover, orador publico eméritos de la universidad de Cambridge, Inglaterra, ubica a Wesley con Pablo, Agustín y Lutero, colocándolo así entre los grandes de la sucesión evangélica.

Como yo lo veo, Wesley podría haber sido primer ministro de Inglaterra si hubiera volcado su genio en los canales políticos.
Podría haber sobrepasado a muchos de los inventores de los años subsiguientes si se hubiera abocado a la ciencia.
Su cuenta bancaria al momento de su muerte podría haber sido como la de Rothschild si hubiera dedicado sus dones al acopio de riquezas materiales.

Mira por un momento a los antecedentes de la conversión de Juan Wesley. Su diario nos da estos puntos que lo ilumina:

"En el año 1725, estando en el vigésimo tercer año de mi existencia, me encontré con el libro del obispo Taylor, "Reglas y Ejercicios del Santo Vivir y Morir," que me afectó sobremanera. Uno o dos años después fue puesto en mis manos el libro del señor Law que se titula. "La Perfección Cristiana." Este me convenció más que nunca de la imposibilidad de ser cristiano a medias. Y estoy determinado, por Su gracia (la absoluta necesidad de la cual yo estoy profundamente consciente) ser totalmente devoto a Dios - darle toda mi alma, mi cuerpo y mis bienes."

A pesar de esta impactante palabra de su propia pluma - más el hecho de que esta buena alma se levantaba a las cuatro de la mañana para orar, además de dar limosnas y cuidar con devoción a los pobres - él confiesa no tener el testimonio del Espíritu de haber sido nacido de Dios.

Cerca de la medianoche del 24 de agosto, 1709, cuando todavía no tenía seis años de edad, Juan Wesley fue salvado dramáticamente de su hogar en llamas. El 24 de mayo, 1738, maduro, educado, autodisciplinado y virtuoso en todo sentido, Juan Wesley fue salvado otra vez. Alrededor de las nueve menos cuarto de aquella noche memorable, el corazón de Juan Wesley "sintió un extraño calor"... y por ese hecho, el mundo ha sido más cálido desde entonces.

Como un tizón arrebatado del fuego, Wesley salió a arrebatar otros tizones del fuego eterno. Aquel caballero de la universidad de Oxford, puso la montura sobre su caballo y, con ardiente sentido de misericordia, buscó "pequeños errantes, perdidos y solos."

Las tinieblas cubrían Inglaterra y densas tinieblas a su pueblo cuando Wealey, junto con Whitefield, levantó la antorcha de la regeneración bíblica para iluminar la oscuridad más profunda.

Me asombra que el Señor tomó al tierno y letrado Wesley para darlo a los más miserables y luego tomó a Whitefield de la atmósfera de la taberna donde había sido criado, para evangelizar la elit en sus sedas y satenes.

Wesley, como predicador, ha sido descripto en un párrafo que leo a menudo de la pluma de un autor desconocido:

"Toma tu libertad; ocupa tu comisión; hiere y sana; tira abajo y vuelve a edificar. No seas atado por los tiempos. No te acomodes a la conveniencia de ningún hombre. No perdones el prejuicio de nadie. No te rindas a las inclinaciones de ningún hombre aunque desparrames a todos tus amigos y alegres a todos tus enemigos. Predica el evangelio; no el evangelio del último siglo o de este siglo, sino el evangelio eterno."
Creo que es justamente esto lo que hizo Wesley.

Juan Wesley probablemente carecía de la oratoria y algo de la fogocidad de Whitefield, pero nadie jamás ha cuestionado seriamente su unción. Wesley tenía poder, y bajo su prédica muchos hombres fueron derribados por el Señor. Aún el tempestuoso Whitefield estaba alarmado ante esto, pero se alarmó aún más cuando a los pocos días el mismo fenómeno ocurría en sus propias reuniones.

Wesley predicó con revelación. "Su discernimiento espiritual era nada menos que terrible. El parecía ver dentro del alma de los hombres para poner su dedo en el pecado escondido, en el temor inconfesado."

En general, a la gente fuera de las iglesias les encantaba escucharle. En nueve meses predicó por lo menos quinientos sermones, y solo seis de ellos en iglesias.

El Sr. Wesley predicó sobre "la de segunda bendición": santidad. Escúchale en su carta a José Benson: "Con todo celo y diligencia confirma a los hermanos primero, en retener con fuerza aquello a lo cual han llegado - eso es, la remisión de todos sus pecados por fe en el Salvador crucificado y segundo, en esperar un segundo cambio, por el cual serán salvos de todo pecado y perfeccionados en amor."

A Sara Rutter él le escribe: "La santificación gradual puede acrecentar desde el tiempo en que uno es justificado, pero total liberación del pecado, yo creo, es siempre instantánea - por lo menos yo nunca conocí una excepción."

El espacio no permite escribir más acerca de este apóstol encendido. Déjame concluir con las palabras del Dr W.H.Fitchett acerca de esta alma poseída por Dios:

"El pareció vivir muchas vidas en una, y cada vida tuvo una plenitud asombrosa. Predicó más sermones, viajó más kilómetros, publicó más libros, escribió más cartas - sin secretario - edificó más iglesias, enfrentó más controversias, e influenció más vidas que cualquier otro hombre en la historia de Inglaterra. Y a través de todo esto, como él mismo lo expresó en una graciosa paradoja, 'no tenía tiempo para andar apresurado.'"
Juan Wesley fue "un buen hombre, lleno de fe y del Espíritu Santo."


Usado con permiso de la casa de publicaciones Betania. Este artículo de Leonardo Ravenhill apareció en DAYSPRING copyright (c) 1964 por Bethany House Publishers, un ministerio de Bethany Fellowship, Inc.

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